6 de abril de 2020
La crisis del COVID-19 trae en jaque a todo el planeta Tierra
Abro esta tribuna como si de una película de ciencia ficción se tratara, y no es para menos. Si hace tres meses nos hubieran adelantado la guerra que íbamos a librar estos días, pensaríamos que nos estaban tomando el pelo. En un momento donde viajar es más fácil y barato que nunca, cuando nos parecía que las fronteras eran cosa del ayer, la globalización nos ha lanzado un ataque por sorpresa, cargándonos con una pandemia que ya se compara con la famosa y fatídica gripe española.
Muchos hemos conocido por primera vez el confinamiento y la ausencia de libertad de movimientos, como en cualquier situación bélica, y en esta década donde parecían cobrar protagonismo las redes sociales, la robótica o la inteligencia artificial, ansiamos como jamás antes el contacto personal. Necesitamos mostrar nuestro aspecto más humano y los aplausos colectivos de la resistencia desde los balcones de nuestros hogares son muestra de ello.
Mientras, estamos acostumbrándonos a hacer ejercicio en casa y al teletrabajo convirtiendo todas las habitaciones en despachos o aulas de clase improvisadas como medida temporal hasta que el fin del estado de alarma nos devuelva la normalidad y la rutina a nuestras vidas.
En estos días de locura, casi de forma enfermiza, volvemos a escuchar sin cesar la frase de que faltan líderes o de que nos están fallando los que tenemos. Esto no cambia. Con o sin crisis, con o sin incertidumbre siempre necesitamos líderes. Buenos líderes. Pero los buenos líderes no salen de un día para otro, el liderazgo es un proceso que se trabaja en el tiempo, es una moneda de dos caras, no hay líder sin seguidor, ni seguidor sin líder, y no nos engañemos, es el seguidor quien decide a quién acepta como líder. Por eso el liderazgo no es fácil de improvisar en momentos de crisis. Si no se han hecho los deberes antes, es difícil aprobar.
En las empresas se olvida continuamente que es el equipo quien acepta al líder. Se confunde líder con manager de una forma absolutamente pueril. Una posición en el organigrama no otorga liderazgo y en momentos de incertidumbre es dónde más se pone de manifiesto. Si no se consigue inspirar a los equipos para remar en la misma dirección, entonces no hay líderes. Habrá jefes, pero no líderes. Si no se ha trabajado antes la confianza mutua, la empatía, la honestidad, y la generosidad en grupo, puede que un jefe consiga que sus subordinados hagan sus tareas (incluso teletrabajando), pero ante una situación complicada como la actual será difícil conseguir cambios útiles, que a fin de cuenta es lo que persigue un buen líder.
Bien es sabido que nada suscita más confianza y credibilidad que liderar desde el ejemplo, es la mejor forma de generar influencia y conseguir los objetivos comunes. El reto en momentos de incertidumbre es acordar esos objetivos comunes, pues son tiempos donde surge el miedo, y con él los individualismos. Si el punto de partida es un equipo cohexionado será más fácil ganarle la batalla al miedo desde una posición realista. Y de nuevo para tener un equipo unido se requiere un trabajo previo, bajo la confianza mutua y también bajo el optimismo. En la salud, qué importante es tener una actitud positiva y optimista para afrontar, que no vencer, una enfermedad. Por analogía, en una crisis la actitud es vital para afrontar los problemas incluso en situaciones tan adversas como la que vivimos hoy con una recesión económica a la vista. El buen humor y el respeto por las diferencias entre los miembros del equipo son muy buenas bazas.
Estos días vamos como locos, trabajando jornadas maratonianas, muchas veces sin saber bien qué perseguimos. Recibimos y damos instrucciones que cambian a diario. Es normal, y la flexibilidad es un atributo al que deberemos prestar especial importancia. Un buen líder debe admitir primero y transmitir después al equipo esta incertidumbre evitando generar más ansiedad de la necesaria. Porque ansiedad habrá y debemos permitir a nuestros colaboradores espacios para mostrarla, incluso debemos permitirnos como líderes mostrar y compartir con nuestro equipo nuestras propias preocupaciones. He visto muchas veces a personas intentar mostrar una seguridad que no se tiene, cuando lo único que se consigue es romper la confianza que se ha creado antes en el proceso de liderazgo. La humildad es otro atributo que no puede faltar al buen líder. Si el equipo es fuerte, saldrán todos más fortalecidos superando juntos todas las dificultades, dolorosamente conscientes de que algunos, si no muchos, se quedarán por el camino.
En definitiva, no creo que exista una receta de liderazgo especial para momentos de incertidumbre, creo firmemente en la continuidad de un proceso natural donde líder y equipo crecerán juntos y saldrán mejor preparados para la siguiente crisis. Porque la habrá. Como en todo proceso, me llevo un aprendizaje: el respeto y el cariño son armas muy potentes, usémoslas en esta guerra que lamentablemente nos ha tocado vivir y conseguiremos sin duda mitigar las bajas.
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