8 de febrero de 2021
Nadie podía imaginar hace exactamente un año que algo casi invisible iba a desencadenar el mayor experimento de desarrollo personal de la Historia.
Un experimento en el que las personas nos hemos visto obligadas a recluirnos en nuestros hogares y enfrentarnos a una realidad para la que, sencillamente, no teníamos un manual de instrucciones y que, a día de hoy, seguimos sin saber bien cómo afrontar.
Y comienzo hablando de desarrollo personal porque la manera en la que nos comportamos como personas marca la pauta de cómo nos comportamos a nivel profesional.
Es por eso por lo que nuestra economía y nuestro desarrollo profesional y empresarial no crece ni un milímetro más de la que crecemos como personas y de cómo nos transformamos de manera permanente. Con o sin la situación actual. Aislado o no. Esto es así, y muchas personas no llegan a entenderlo nunca.
¿Por dónde empezar la transformación?
Si aceptamos que desarrollo personal y profesional están íntimamente ligados, lo primero que debería hacer toda persona es centrar la mirada en sí misma, y no hay mejor momento para hacerlo que aquí y ahora.
¿Está sirviendo todo esto para darnos cuenta de la importancia de trabajar las cuatro áreas del desarrollo personal, que son la física, la espiritual, la intelectual y la emocional?
¿Hemos aprovechado para poner los contadores a cero en nuestra actividad y a “afilar la sierra” para salir reforzados de esta situación?
¿Hemos dedicado la mayor parte de nuestro tiempo a formación, entendiendo como formación todo lo que nos permite seguir creciendo como personas y como profesionales?
¿Hemos puesto el foco en reinventarnos a todos los niveles aprovechando el parón que los gobiernos se han empeñado en prolongar?
La situación actual nos está mostrando las costuras y poniendo en evidencia (a la mayoría, al menos) la fragilidad de nuestras empresas. Muchos autónomos y pymes han tenido la oportunidad de descubrir si lo que llamaban “su negocio” era un barco preparado para las peores condiciones o era un milagro en equilibrio que sobrevivía gracias al crédito y al endeudamiento.
Porque, siguiendo el símil naviero, cuando tenemos una ligera brisa y el mar está como un plato casi todos sabemos ser capitanes, pero es cuando se desencadena la tormenta cuando se hace más visible quiénes están preparados para sortearla y quiénes, inevitablemente, se hundirán.
El nuevo paradigma laboral
La crisis actual, bajo mi punto de vista, no va a hacer más que acelerar la imposición a nivel general del nuevo paradigma laboral, que venía años avisando y que definitivamente se va a quedar entre nosotros.
En el nuevo paradigma laboral cada uno de nosotros adoptamos la responsabilidad que nos corresponde y cada uno de nosotros entendemos que lo importante es aportar valor. Y aquel que no aporte valor (no presencia ni tiempo, sino valor) será excluido del sistema, porque el precio por no aceptar nuestra responsabilidad en este mundo y por no aportar valor será cada vez más alto.
Y esto no es una mala noticia. En absoluto. Ha llegado el momento de creer en nosotros mismos, en nuestras capacidades y entender que sólo gracias al aprendizaje y a la responsabilidad vamos a lograr lo que nos propongamos.
En este nuevo paradigma laboral son tres los aspectos fundamentales y que van a marcar la diferencia entre unas personas y otras.
En primer lugar, el aprendizaje: quien viva desde el aprender será capaz de adaptarse mejor a situaciones nuevas y desconocidas.
En segundo lugar, el talento: aquellas personas que dediquen su tiempo y esfuerzo a desarrollar las facultades inherentes a su naturaleza podrán crear valor y compartirlo con los demás de una forma mucho más natural y auténtica que el resto de las personas.
Por último, el propósito: en este contexto de incertidumbre, las personas más lúcidas serán aquellas que tengan claro su propósito en el mundo y el sentido de sus vidas, aprovechando sus dones y talentos para, por supuesto, monetizarlos.
Dejemos la queja a un lado, aprovechemos para mirar un poco hacia dentro de nosotros mismos, sepamos ver la oportunidad única para reinventarnos y pensar cómo podemos aportar el mayor valor posible a este planeta y saquemos partido de la situación. Fuera de la reinvención, probablemente, ya no quede nada.
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