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El empacho de lo virtual

27 de abril de 2021

 

COVID19 nos ha sumergido de lleno en el mundo de lo virtual y de la transformación digital.

Ya sea en el ocio o en el negocio, nuestros hábitos de consumo han mudado la piel de la presencialidad, por una solitaria pantalla. Si bien es cierto, hay todavía muchos trabajos que requieren un cara a cara o muchos jefes que se niegan a admitir la modalidad del Teletrabajo.

En el entorno laboral, la normalidad se ha suplido intensificando el número de interacciones a distancia. Videollamadas, webinars online…han invadido el día a día. Parece que si solo nos observa una pantalla, hay que trabajar más, o por lo menos, estar más tiempo conectado.

La pandemia y las restricciones al movimiento, han cambiado la relación de los empleados con los jefes, las oficinas y las empresas. Las incógnitas en torno al futuro del trabajo que se avecina son muchas, pero lo que queda claro es que es momento de revisar no solo la modalidad en la que se lleva a cabo, sino sobre todo, el propio concepto de trabajo.

Después de un año, tenemos la certeza de que el ser humano, necesita la interacción social y el contacto. Eso es lo que le hace humano y más productivo. La soledad de la pantalla está erosionando el propósito del trabajo y demostrando que trabajar significa no solo ser productivo, sino sobre todo ser social. La pausa del café, el antes y después de las reuniones, generaban el espacio de confianza y compadreo, no siempre bueno, imprescindible para el avance de los negocios. Los vínculos de las conversaciones de los pasillos, que estaban fuera del registro horario, producían un impacto directo sobre el grado de compromiso y pertenencia de los empleados con las empresas.

Las grandes empresas lo tienen claro, el Teletrabajo y las reuniones online tienen más beneficios que inconvenientes, y aunque haya jefes reacios a pensar que si no estás en la oficina no se trabaja, el empujón de la pandemia lo ha implantado definitivamente. La situación de las medianas y pequeñas empresas en España y que son las que configuran el tejido empresarial, es completamente diferente, no solo por el estilo de liderazgo y la cultura, sino por la falta de medios tecnológicos y la pesada carga del esto siempre se ha hecho así, ha funcionado, para que lo voy a cambiar.

«El Futuro del trabajo está ya impactado por los procesos de automatización y el cambio climático.»

Según las estimaciones del informe “The Future of Jobs 2020” del World Economic Forum, para 2025, la tasa de automatización de la fuerza laboral será del 47%, frente al actual 33%, mientras que los empleos desempeñados por seres humanos representarán el 53%, muy por debajo del 67% vigente. «La automatización y una nueva división del trabajo entre los seres humanos y las máquinas, desplazarán 85 millones de empleos en todo el mundo en empresas medianas y grandes, de 15 industrias y 26 economías». El trabajo no se está destruyendo, sino transformando muy deprisa en su forma y contenido.

Por otro lado, el cambio climático nos trae una transición del modelo energético, que va a impactar a todas las empresas, de todos los sectores, y por lo tanto, a todos y cada uno de los trabajos. Si sube la temperatura media en algunas ciudades, las restricciones a la movilidad serán mayores que las producidas por COVID19.

Se ha pasado del aturdimiento producido por una crisis sanitaria mundial a una exaltación de los encuentros virtuales. Sin embargo, la pantalla ya está provocando hastío, tedio, aburrimiento. Y no solo es por la precaución de los contagios, sino por la inercia, peligrosa pseudofuerza que empuja al ser humano a no pararse a pensar y hacer las cosas de la misma manera.

No es el momento de hibernar ni de sobreactuar con la pantalla. La tecnología nos facilita poder trabajar o hacer reuniones de forma remota, pero este modelo aboca al ser humano a una soledad y pérdida del sentido de pertenencia que es fundamental, no solo para el compromiso, sino para hacer crecer los negocios. Es el momento de reflexionar el modelo de trabajo hibrido que queremos, más allá de los corsés de leyes que estrangulan las iniciativas por la falta de personalización y flexibilidad.

 

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